El Festival Internacional de Cine de Guadalajara y las industrias culturales

Por Juan Larrosa-Fuentes 

Durante marzo 1986, hace más de cinco lustros, la Universidad de Guadalajara organizó, por primera vez, una “Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara”. En aquel tiempo no existía la cadena Cinépolis ni tampoco mucha de la infraestructura cultural con que actualmente cuenta la ciudad como auditorios, museos, teatros o espacios que pueden albergar conciertos masivos. Hace unos días, el sábado 3 de marzo, pero de 2012, se inauguró la versión número 27 del “Festival Internacional de Cine de Guadalajara” (FICG). A lo largo de estos años, como se puede apreciar desde su nominación, este encuentro cinematográfico ha tenido cambios sustanciales y ha crecido al grado que sus organizadores lo consideran como el “encuentro cinematográfico más importante de Latinoamérica”. Más allá de discutir si es o no el mejor y más importante, lo cierto es que este Festival ha tenido un gran desarrollo, auspiciado por la Universidad de Guadalajara. Durante una semana habrá funciones de cine, galas, alfombras rojas, fiestas y glamour por todas partes. Pero en medio de esta fiesta cultural, pocas son las miradas que la observan desde una perspectiva económica, aunque probablemente ahí resida parte de la clave del éxito del FICG.

Afiche de la primera Muestra de Cine de Guadalajara

Afiche de la primera Muestra de Cine de Guadalajara

La industria cinematográfica es un complejo entramado que pocas veces se descubre ante el espectador, que generalmente está mucho más atento a los últimos estrenos de la cartelera, de las entrevistas a sus artistas o directores favoritos, o del circuito de críticos que escriben en diarios y revistas especializadas. (Y no tendría por qué ser de otra forma.) Lo anterior es tan solo una parte de lo que podría denominarse como el consumo cinematográfico. Pero está, por ejemplo, el gran campo de la producción, que por sí mismo es un mundo gigantesco y de muchas variantes para su descripción. Hace algunos años vivía en la ciudad de México y algunos de mis ratos libres los dedicaba a visitar a Eliseo Fernández, un tío que en ese tiempo trabajaba en la gran consola de audio de los estudios Churubusco. Ahí se post producían muchas de las películas comerciales mexicanas e incluso, algunas estadounidenses que se querían ahorrar unos dólares de su presupuesto. En alguna ocasión me tocó presenciar, durante varias horas, el trabajo de mi tío y de otros ingenieros, para sonorizar una escena de acción y balazos de tres minutos de duración. ¡Fueron días los que dedicaron para pulir tres minutos de película! En alguna otra ocasión, durante una comida familiar, mi tío me dijo, entre consternado y convencido, que para él, cada película que podía concluir todo sus proceso de producción, era un milagro. Y no es para menos, pues si en el tema del sonido había que dedicarle tanto, es de imaginarse lo que implica escribir un guión, contratar a un director y un productor, conformar a un equipo que se dedique al casting, al vestuario y al arte, buscar a los actores y las locaciones, hacerse de todo el equipo humano necesario, conseguir los permisos para poder grabar en tal o cual lugar, hacer las grabaciones, editar la película y muchas otras cosas más.

Es fácil deducir, entonces, que la producción de cine es un proceso muy caro. De ahí que sea común leer en la prensa las millonarias sumas que se gastan en hacer una película.  Por ejemplo, está el caso de Los piratas del Caribe: en el fin del mundo, que su producción costó 300 millones de dólares (3 mil 600 millones de pesos) o Avatar, en la que se gastaron 237 millones de dólares (2 mil 844 millones de pesos). Sin embargo, el gasto en este tipo de películas no está hecho por tipos que desinteresadamente busquen el desarrollo de la cinematografía; por el contrario, está hecho por capitalistas que, supongo yo, en realidad les importa poco qué historia contar, y mucho cuánto dinero van a ganar. Y si gastan tanto, es porque tendrán, como retorno, altas ganancias. Y esas ganancias no pueden generarse si no existe un mercado que las consuma. Y para tener ese mercado, hace falta una red de distribución de películas, de doblaje, de traducción, de salas de cine que las proyecten, de tiendas en las que puedan adquirirse en formato DVD como compra o préstamo, hasta cuestiones mucho más detalladas y complejas como la venta de soundtracks, playeras, promocionales, entre otras cosas. Gracias a todo este circuito, los productores de Piratas del Caribe se embolsaron 960 millones de dólares (es decir, ganaron tres veces lo invertido) y a los de Ávatar les quedó una pequeña ganancia de 2 mil 700 millones de dólares (11 veces lo invertido). Con esto es posible percatarse de que es tan importante hacer un buen producto cinematográfico (sin entrar a los debates “cine comercial” versus “cine de arte”), como la estrategia para que pueda ser distribuido y consumido por una gran cantidad de personas. Ahí es donde está el negocio, pues no todos tienen los recursos para entrar a ese sistema de distribución.

Afiche del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, en su versión 26

Afiche del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, en su versión 26

Pues bien, todo esto lo planteo porque poco se difunde sobre la importancia que tiene el FICG en términos económicos y de lo que se conoce como mercado. Tan solo en la edición del año pasado, en este festival se presentaron más de mil empresas de 40 países, que trajeron consigo 1,200 películas (380 largometrajes, 356 documentales y 464 cortometrajes). Esta oferta estuvo a disposición de “130 compradores internacionales, distribuidores, líderes de compra y programadores”. Desde hace tiempo se dice que festivales como el de Morelia o el de Guanajuato amenazan con desplazar al de Guadalajara, pues tienen mucho más glamour y presencia del star system internacional. Sin embargo, muchos coinciden que aunque lo anterior puede ser cierto, los festivales de Morelia o Guanajuato están lejos de tener un espacio de intercambio económico tan importante como el mercado de cine del FICG.

Esta vocación del festival no es rara en una ciudad como Guadalajara, que se ha caracterizado a lo largo de su historia, por ser un centro de comercio, mas que de producción industrial. Sin un ánimo peyorativo, bien se puede definir a Guadalajara como un gran mercado, en donde se mueve mucho dinero. En ello, la Universidad de Guadalajara ha contribuido para que esta urbe sea actualmente un centro económico de gran importancia en el circuito de las industrias culturales, inclusive, me atrevería a decir, mucho más importante en algunas áreas que la ciudad de México. En tres décadas la UDG ha dotado a la ciudad de una infraestructura cultural que antes no tenía y ha convertido en un negocio bastante jugoso el tema cultural. Lo cierto es que por su carácter universitario, también se esperaría un esfuerzo mucho más importante en la producción cultural, que pasa, evidentemente, por el tema de la formación de cuadros que puedan llevarla a cabo. Y ahí la realidad es evidente: hay un festival de cine de gran calado, pero la producción cinematográfica es más bien magra; hay un festival de la música, pero sus escuelas y centros de enseñanza son pobres y no ofrece, por ejemplo, una orquesta sinfónica para la ciudad; hay una Feria Internacional del Libro, pero su producción editorial deja mucho qué desear.

Con esto podemos concluir que en el circuito de las industrias culturales Guadalajara ha tenido un gran desarrollo en las últimas décadas, estableciéndose como un centro de intercambio económico, y ha desdeñado el desarrollo del campo de la producción cultural. Por supuesto, todo esto tiene contextos históricos y estructurales y muchos matices, que valdrían la pena discutir en otro espacio.

Invitación:

El próximo miércoles 7 de marzo de 2012 se presentará en Guadalajara el libro: “Mapa de los medios digitales en México”, elaborado por los investigadores Rodrigo Gómez y Gabriel Sosa Plata. La presentación correrá a cargo de Guillermo Mastrini (experto en Economía Política y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina), Rodrigo Gómez (profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana y autor de la investigación) y Aleida Calleja (presidenta de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información). Casa ITESO Clavigero.

Este artículo fue publicado el día 5 de marzo de 2012 como parte de la columna de opinión “Sistema Autorreferencial” del programa “Señales de Humo”, que se transmite por Radio Universidad de Guadalajara.

6 comentarios

Archivado bajo Cine, Cultura y comunicación, Economía política de la comunicación y la cultura, Industrias culturales, Medios de comunicación masiva, Megaeventos culturales, Radio Universidad de Guadalajara, Sistema de comunicación de Guadalajara, Sistema Universitario de Radio y Televisión

6 Respuestas a “El Festival Internacional de Cine de Guadalajara y las industrias culturales

  1. Bernardo Masini

    Eso de que Guadalajara sea una tiendota tiene sus ventajas. ¡In your face, Morelia y Guanajuato!

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  2. Sofía

    Esta perspectiva económica de las industrias culturales de la ciudad es muy enriquecedora…sobrepasar el glamour de las estrellas y analizar el negocio…toda una tarea!

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