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Page One. A year in the New York Times o los últimos días de la prensa industrial

Por Juan S. Larrosa-Fuentes

Documental Page One. A year in the New York Times

Documental Page One. A year in the New York Times

En el verano de 2011 se estrenó en Estados Unidos el documental Page One. A year in the New York Times. Un año después, luego de buscarlo afanosamente, pude verlo y como sé que no se ha presentado comercialmente en México, creo que todavía vale la pena comentarlo. Esta pieza documentó la vida durante un año del New York Times, uno de los periódicos más importantes del mundo y de alta ascendencia en la industria del periodismo. El documental resulta atractivo porque fue realizado dos años después de la crisis financiera que azotó a Estados Unidos y que tuvo un alto impacto en el mercado inmobiliario o en industrias como la automotriz o la editorial. En 2008el Philadelphia Inquirer, Philadelphia Daily News, The Star Tribune, el Chicago Tribune, Los Angeles Times, y el Miami Herald se declararon en bancarrota. Meses más tarde cerraron más de un centenar de diarios estadounidenses, entre ellos, el Rocky Mountain de la ciudad de Denver, que había circulado por más de 150 años. Durante los años siguientes, periódicos de distintos países vieron la misma suerte, o por lo menos han visto seriamente afectadas sus entrañas financieras.

El New York Times no cerró durante 2011 pero sí vivió un año difícil, inusual para un periódico acostumbrado a ser una empresa próspera y reconocida en el mundo editorial. Si bien el documental no es una joya o un documento imprescindible, sí ofrece a los espectadores algunas de las claves para entender la crisis en la que se encuentran los periódicos. La cinta abre y cierra con imágenes que muestran a grandes máquinas que imprimen y luego organizan las páginas de los periódicos. Después, una serie de individuos manejan montacargas con los cuales van apilando, lentamente, una serie de columnas de periódicos en contenedores. Finalmente se ve cómo estos contenedores son parte de furgonetas que salen de un estacionamiento para distribuir el periódico. Al ver esta secuencia de imágenes es fácil percatarse de que la hechura física de un diario, como un objeto de papel y no como la creación de textos o fotografías, es un proceso que tiene su raigambre en la vida del capitalismo industrial del siglo XX. Paradójicamente, la médula de los procesos económicos del mundo se ha transformado gracias a la posibilidad de complejizar y densificar el uso de la información para transformar la producción y el consumo, y este mismo proceso está destruyendo a una industria que durante los últimos 200 años ha dotado de información periodística a sociedades que buscan en la democracia una forma de vida. Hace tres años, en una conversación radiofónica entre Manuel Falcón y el periodista Diego Petersen, éste decía que “imprimir 30 mil ejemplares igualitos de un periódico, subirlos a una moto y repartirlos casa por casa, es tecnología de panadero” (“El Acordeón”, 24 de marzo de 2009, Radio Universidad de Guadalajara).

Documental Page One. A year in the New York Times

Documental Page One. A year in the New York Times

Esta forma de producción y distribución que resulta monstruosa en tiempos en los que tan solo con pulsar un botón se puede publicar la versión digital de un diario y hacerla accesible para millones de personas, ha dañado seriamente el punto de equilibrio financiero de esta industria periodística. Durante 2011 el New York Times hizo grandes recortes a una redacción que en mejores tiempos superaba al millar de personas, hipotecó su edificio en Manhattan y no lo quedó de otra que aceptar que Carlos Slim financiara parte de su deuda, quien se convirtió en accionista de esta empresa centenaria.

Pero los periódicos no estarían tan preocupados si estuvieran solamente en el apuro de modernizar sus procesos de producción y distribución. A este problema se le agregó uno más poderoso: desde los años setenta la publicidad ha ido decreciendo en los periódicos. Cada vez son menos las empresas que desean anunciarse y las que sí lo hacen, pagan menos dinero. En un primer momento fue la televisión la industria que le comió el mercado a los periódicos, después la publicidad se mantuvo estable durante algunos años, pero a partir de finales de los años noventa Internet se convirtió en una pesadilla para los periódicos, que decidieron incursionar en el mercado de medios de comunicación digitales, pero sus ganancias económicas nunca fueron las mismas. Como bien dice el periodista David Carr en el documental: pasaron de facturar publicidad impresa en dólares, a facturar publicidad digital en centavos de dólar.

“Gray Lady” (La Dama Gris), como se conoce popularmente al New York Times, vivió otro tipo de aventuras durante 2011 que también aparecen en el documental, como la adopción de Twitter como fuente de información de los periodistas, pero también como vía de distribución de contenidos de los periódicos. En mi opinión es una de las partes más flojas de Page One, pues no logra complejizar la discusión sobre la pertinencia de vincular a Twitter con el periodismo.

Por otra parte, Wikileaks y Julian Assange también son protagonistas de Page One. Fue en 2010 cuando la organización dirigida por este australiano decidió propalar un video en el que se ve claramente cómo es que soldados norteamericanos abren fuego en contra de civiles en Afganistán. Luego de esta revelación, Wikileaks decidió asociarse con algunos de los diarios más prestigiosos del mundo, para develar más de 250 mil cables diplomáticos del Departamento de Estado estadounidense. El reto de sistematizar toda esta información para el New York Times fue mayúsculo. Sin embargo, lo que realmente trastocó la vida cotidiana del rotativo, fue el darse cuenta de que frente a Wikileaks, su relevancia, protagonismo e influencia periodística se vieron seriamente diluidos.

Documental Page One. A year in the New York Times

Documental Page One. A year in the New York Times

Al final del video, la pregunta sobre la muerte de la prensa escrita se queda en el aire. No hay respuesta. Queda claro que los periódicos se producen bajo un sistema industrial que hoy día resulta arcaico. Es evidente que los periódicos tienen problemas financieros porque han perdido a sus anunciantes. Y para nadie es un secreto que cada vez vale menos la pena comprar un compilado de papel, cuando se tiene la posibilidad de consumir toda esa información, de forma gratuita, en Internet. No obstante, los periódicos siguen existiendo porque son los medios de comunicación que aglutinan a más periodistas en sus redacciones; porque la prensa sigue siendo subsidiaria de medios como la radio, en donde se retoma su agenda informativa, pero sobre todo de Internet, que está llena de información que se produce en los periódicos. Imaginemos qué pasaría si en Facebook o Twitter elimináramos las publicaciones que recomiendan noticias de los periódicos o que comentan sus artículos. Probablemente estaríamos ante la nada o ante un mar de rumores o malos chistes.

La nuevas sociedades, que algunos han llamado como sociedad red o sociedad de la información, no tienen cabida para empresas que producen noticias de forma industrial. La paradoja es que en estas nuevas sociedades nadie quiere pagar por la producción de información periodística, que sin duda, sigue siendo parte del combustible esencial para el funcionamiento de comunidades democráticas. ¿Cómo se solucionará este galimatías? Nadie lo sabe. Lo cierto es que esta pregunta le quita el sueño a más de alguno.

Este artículo fue publicado el día 16 de julio de 2012 como parte de la columna de opinión “Sistema Autorreferencial” del programa “Señales de Humo”, que se transmite por Radio Universidad de Guadalajara.

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Entrar y salir de la red: el caso de Wikileaks y el derecho a la información

Este texto fue publicado en el suplemento Clavius, de La Jornada Jalisco (7/abril/2011). El suplemento se dedicó al tema de Derechos Humanos (descarga el suplemento completo).

Por Juan S. Larrosa-Fuentes

Algunas de las coyunturas noticiosas más importantes de 2010, el año que acaba de concluir, fueron las revelaciones informativas que hizo Wikileaks. En julio esta organización divulgó 70 mil documentos sobre la guerra en Afganistán y en ellos apareció información relevante sobre los detalles de cómo se desarrolla una incursión militar contemporánea, pero el golpe más fuerte lo dio en noviembre cuando propaló 250 mil cables secretos de la diplomacia estadounidense, en los que se muestra la forma en cómo opera políticamente la gran potencia mundial. Muchos ya se han aventurado a señalar que el mundo fue uno antes de Wikileaks y será otro a partir de sus revelaciones. Sin embargo eso solamente lo sabremos en el futuro. Serán otros los que lo reconozcan. Bien podrá suceder que esta organización haya comenzado una revolución, bien podrá quedar en el olvido histórico. Lo cierto es que Wikileaks sí forma parte de un proceso de convergencia (tecnológica, empresarial y económica) que comenzó en la década de los noventa a través de la masificación del uso de computadoras y del desarrollo de una red de redes, que hoy conocemos como Internet. Este proceso de convergencia ha cambiado al mundo contemporáneo y puesto en crisis muchos conceptos para nombrarlo y ordenarlo, como sucede con el tema del “derecho a la información”.

 

 

Wikileaks ha generado un gran debate internacional en torno a sus revelaciones, pero también respecto de las formas de hacer periodismo, de la transparencia de los Estados y de la ética de “filtrar” (leak en inglés) documentos ante la opinión pública. No obstante, pareciera que hace falta información sobre qué es y qué hace esta organización ciudadana que vive de donativos de grandes empresas, como puede ser Associeted Press o de ciudadanos comunes y corrientes de todo el mundo. Wikileaks es una organización compuesta por periodistas, ciberactivistas, matemáticos y académicos que diseñaron una plataforma en Internet que tiene características muy particulares: es un sitio que sirve para que cualquier ciudadano tenga la posibilidad de enviar, anónimamente, información de relevancia pública, muchas veces confidencial o reservada, y que sea develada sin que el divulgador sea descubierto. Una de sus características más importantes es que opera como una red distribuida en servidores repartidos en distintas partes del mundo, que a diferencia de una estructura lineal que al ser cortada o interrumpida se anula completamente su accionar, ésta puede seguir operando aunque uno de sus nodos sea destruido. Vale la pena enfatizar que esta organización no vive de recursos públicos, pero tampoco es una empresa privada: se mantiene de donaciones, lo que le permite cierta independencia y autonomía. No tiene una “nacionalidad”, pues trabaja en una lógica trasnacional (está registrada en Alemania y tiene uno de sus centros de operaciones en Suecia), y desterritorializada (muchos de sus integrantes “laboran, al mismo tiempo, en distintas partes del globo).[1]

Una vez que un ciudadano envía (filtra) la información, Wikileaks se da a la tarea de corroborarla. Por ejemplo, para publicar la información del caso Irak, varios periodistas fueron a consultar archivos in situ y a entrevistar a los involucrados en el tema. Hasta ahora el procedimiento ha resultado efectivo. A Wikileaks se le ha acusado de muchas cosas, pero no de falsar su información.

Ahora bien, ¿cuál es la novedad que presenta Wikileaks? ¿Que los Estados son corruptos y poco transparentes? ¿Que Estados Unidos tiene el control de buena parte de la política internacional? ¿Que las embajadas en realidad son centros de espionaje? Mucha de esta información ya la intuíamos y para muchos, no es trascendente. Pero las revelaciones de Wikileaks, en primer término, representan pruebas históricas de lo que resultaba una obviedad, pero sin elementos que dieran cuenta de ello. Sabemos, por ejemplo, de la gran corrupción que hay en México, sin embargo, pocas veces tenemos pruebas fehacientes de ello. Esto fue lo que en primera instancia ofreció Wikileaks sobre temas tan importantes como la guerra o la diplomacia internacional.

Pero hay más y son transformaciones de fondo, muchas de ellas seguramente todavía no las podemos observar o siquiera vislumbrar. El Estado es la figura bajo la cual la mayor parte de las sociedades se organizan. La administración social ha ido adquiriendo una gran complejidad al paso del tiempo y particularmente durante el siglo XX los medios de comunicación (cine, prensa, radio y televisión), sirvieron como herramientas para llevar a cabo estos fines. El poder de reproducción social que adquirió la comunicación pública a través de estos medios,[2] llevó a que justo a la mitad del siglo pasado, el derecho a la información se incorporara en el sistema internacional de las Naciones Unidas, particularmente en la UNESCO.[3]

Treinta años después el mundo es otro. Las computadoras y la Internet han dado una vuelta a la tuerca en las formas en las cuales los Estados administran la vida de millones de personas. La cantidad de información que actualmente se requiere para tomar decisiones públicas es enorme (por ejemplo los “estudios” de impacto ambiental y financiero para realizar una avenida o una carretera) y cada vez es más difícil que ésta circule y sea comprendida por el gran público. Además, por si esto fuera poco, los abusos y corrupciones de los Estados son más difíciles de comprobar: antes bastaba con un documento o una grabación (véase el caso de Watergate). Ahora, para generar estos procesos informativos, que caen en el terreno periodístico, es necesario hacerse de la información, pero también de la pericia para leerla, discriminarla y divulgarla entre los ciudadanos. En el siglo XX la labor de un periodista era salir a la calle en busca de información; en el siglo XXI la tarea será entrar en un universo de información y encontrar aquella que sea valiosa, relevante y sobre todo, que pueda ayudar a generar contextos e historias que permitan entender este nuevo mundo. Para darnos una idea basta imaginar lo siguiente: ¿cuánto espacio ocuparían físicamente los 250 mil cables revelados recientemente por Wikileaks? Imaginen a un funcionario público “filtrando” esta información, sacándola sigilosamente en una carretilla y sin que nadie se dé cuenta o repare en ello. Sería imposible. Sin embargo Wikileaks ha demostrado que ya es posible hacerlo y romper la coraza tecnocrática y administrativa que los Estados han creado a través de la opacidad informativa.

Wikileaks es un arma que nos ha permitido, como ciudadanos, entrar a las profundidades de la red y del mundo digital y se ha convertido en una herramienta para ejercer, por la vía de los hechos, el derecho a la información. Sin embargo Wikileaks es mucho más que eso: es la muestra de las posibilidades que el mundo de la información y de la Internet nos pueden ofrecer. La red ya le sirvió a los Estados para mejorar su trabajo cotidiano, ya le sirvió, también, al mundo financiero para generar nuevas formas de producción y distribución. Ahora toca el turno de que estas posibilidades de la red sirvan a los ciudadanos.


[1] Se recomienda al lector consultar el siguiente reportaje: Khatchadourian, Raffi (2010) “No Secrets”, en New Yorker. Disponible en: http://www.newyorker.com/reporting/2010/06/07/100607fa_fact_khatchadourian

[2] Martín-Serrano, Manuel (1994) “La comunicación pública y la supervivencia”, en Diálogos de la Comunicación, núm. 39, junio 1994. Lima.

[3] McBride, Sean (1993) Un solo mundo, voces múltiples: comunicación e información en nuestro tiempo. México: Fondo de Cultura Económica.

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2011: hacia las nuevas posibilidades de la red (I de dos partes)

Por Juan S. Larrosa-Fuentes

En memoria de Juan Pablo Rosell

El año que acaba de concluir fue muy distinto a su predecesor, pues 2009 estuvo marcado por una crisis económica y financiera que tuvo grandes impactos y que se pudieron observar en los diversos sistemas de comunicación del mundo. Aquél fue un año horribilis para la prensa escrita, pues muchos periódicos cerraron sus puertas, particularmente en Estados Unidos y no fueron pocas las redacciones que tuvieron que recortar su planta de reporteros o el número de páginas que normalmente aparecían en sus publicaciones. Visto desde una escala global, 2010, si bien no fue un año de recuperación de la salud financiera en el mundo de la comunicación, al menos sí presenciamos una estabilización: los gastos en publicidad no aumentaron pero tampoco continuaron con su estrepitosa caída, no hubo tantas desapariciones de medios de comunicación ni despidos masivos de reporteros. Al parecer, la reingeniería funcionó adecuadamente y los sistemas de comunicación pudieron adaptarse a sus nuevas circunstancias. Sin embargo, y esto lo trataré en otro momento, los grandes afectados con estos ajustes fuimos los consumidores, pues los recortes estabilizadores atentaron contra la calidad de los productos de estas industrias culturales.

En esta mirada global de los diversos sistemas mediáticos, las tensiones más importantes del 2010 estuvieron en las nuevas posibilidades de comunicación que las redes, paulatinamente, han seguido desarrollando. Por un lado se puede vislumbrar el gran negocio que supone la instalación y manejo de todas estas redes de comunicación, llámense satélites o tendidos de fibra óptica, pero también todas las empresas que ofrecen servicios como el triple o cuádruple play, o aquellas denominadas como “.com”. Frente a este mundo en ebullición, existe otro, un campo ignoto que está por develarse y que ofrece nuevas posibilidades de comunicación que traerán impactos en nuestra forma de concebir y conocer al mundo, pero también en ámbitos en el que se juega el poder político y económico.

De estos dos procesos en tensión, me temo, sabemos poco. Y esta falta de conocimiento o información, tiene muchas explicaciones. La primera es su novedad: estamos hablando de desarrollos que cambian día con día y para los que no existen regulaciones jurídicas, ni sociales ni culturales. Como humanidad apenas estamos entendiendo y explotando el concepto de red; poco a poco lo vamos apropiando y le vamos dando los usos que las necesidades y la creatividad diaria nos van dictando. Al igual que los inventores de la televisión nunca se propusieron crear una tecnología que marcara la cultura y la economía del siglo XX, quienes desarrollan los nuevos hardwares y softwares comunicacionales tampoco tienen una idea clara de qué impactos tendrán en la vida de las comunidades. Y con esto ligo a una segunda razón, todavía mas profunda, de nuestra falta de conocimiento al respecto, y tiene que ver con la sofisticada complejidad técnica que se requiere para comprender estos nuevos procesos y plataformas. Por ejemplo, a la mitad del siglo XX, con un poco de curiosidad y habilidad, el reportero de una diario bien podía conocer a detalle la forma en que un linotipista hacía su trabajo; hoy en día es mucho más difícil que un periodista conozca, al menos, la lógica de cómo se programa una computadora o el sitio de electrónico de un periódico. Sucede algo similar cuando se descompone un auto de fabricación reciente: el ciudadano promedio, al levantar el cofre, poco podrá hacer por verificar el desperfecto, pues ahora, para reparar un automóvil hacen falta computadoras y técnicos especializados que conozcan a detalle su funcionamiento.

Julian Assange

Julian Assange

Estas tensiones que marcaron el rumbo del año que acaba de concluir, se pueden ver encarnadas en los fenómenos de Facebook y Wikileaks, en las personas de Mark Zuckerberg y de Julian Assange. El primero es el genio que ha encontrado una forma de conectar al mundo y de generar un negocio que el año pasado facturó la friolera de dos mil millones de dólares. Y el segundo construyó a un personaje que, al igual que Neo en la saga cinematográfica de los hermanos Wachowsky, ha prometido generar un espacio de transparencia y libertad a través de las posibilidades que otorga un sistema de comunicación no lineal y construido en red. Estas dos organizaciones y estos dos personajes dieron mucho de qué hablar durante 2010. Zuckerberg fue elegido como hombre del año por la revista Time, fue el personaje central de una película de amplia distribución planetaria y en días recientes se ha especulado que Facebook podría salir, en 2011, a participar en la bolsa de valores. Assange reveló 250 mil documentos clasificados de la diplomacia norteamericana y puso en jaque a muchos políticos de la gran potencia mundial; además, en diciembre pasado anunció que pronto se filtrará una nueva revelación y que ahora las baterías estarán encaminadas a develar los turbios manejos financieros de algunos bancos estadounidenses. Vale decir que Assange, a diferencia de Zuckerberg, está en espera de un proceso judicial en el Reino Unido, de insondables consecuencias.

Estos dos casos son la punta del iceberg de la tensión que he señalado anteriormente. El resto, difícilmente se conoce a profundidad y poco a poco irá siendo develado, pero también construido. La tierra de las telecomunicaciones, de las redes, todavía dista mucho se ser conquistada completamente. Y en el proceso de colonización se desatará una intensa lucha por el poder, no exenta de desigualdades y de atentados directos a las reglas políticas y económicas, pero también será un terreno fértil para la creatividad, para el conocimiento y para el desarrollo de una cultura muy diferente a la que habitó el mundo durante el siglo pasado.

Según Media Channel, un Observatorio de Medios estadounidense “cada era económica ha tenido un recurso principal que genera riqueza. En la era de la agricultura, fue la tierra; en la era industrial, fue la energía; ahora, en la era de la información, el recurso es el espectro radioeléctrico”. En 2011 presenciaremos grandes batallas, a nivel global y nacional, por el control de las telecomunicaciones (recordemos el caso de la Licitación 21 en México); también observaremos un crecimiento, tal vez desmedido, de las empresas “.com” consagradas como redes sociales, tal es el caso de Facebook o Twitter; también tendremos nuevas noticias de las revelaciones de Wikileaks y compañía, y seguramente, como un virus, este tipo de iniciativas que buscan liberar a la información, se espaciarán exponencialmente. 2011 será un tiempo decisivo en el futuro de las telecomunicaciones del mundo.

La segunda parte de este artículo, se puede encontrar en el siguiente enlace: https://autorreferencial.wordpress.com/2011/01/31/2010-el-ano-de…de-tres-partes/

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