De las dificultades que encarna leer a los movimientos sociales desde los medios de comunicación

Por Juan S. Larrosa-Fuentes

En unos cuantos días sucedieron una gran cantidad de acontecimientos en la vida pública de México, los cuales requieren de mucho trabajo de análisis. Hace dos días pensaba en que estas líneas estuvieran dedicadas a repasar los doce años del PAN en la presidencia de México, específicamente desde una dimensión comunicativa. Pero el sábado, luego de ver el cambio de poderes, me pareció relevante dejar el primer tema para otra entrega y apuntar hacia la cobertura mediática del arribo de Peña Nieto al poder. Sin embargo, horas después comenzó a aparecer información sobre las protestas en contra del nuevo presidente, de la violencia desatada durante las manifestaciones y de la serie de detenidos por la policía. Al final, me pareció importante regresar sobre el tema de los medios de comunicación y las protestas sociales. Del cambio en la presidencia de la República se pueden hacer muchos análisis, pues hubo una cobertura a profundidad, cuidada y con gran cantidad de información; de las protestas, las violencia y los detenidos, hay poca información, en no pocos casos con claros sesgos informativos y con altos niveles de subjetividad.

Desde las ocho de la mañana del sábado primero de diciembre, busqué seguir por diversos medios de comunicación los distintos actos que Peña Nieto encabezó como parte de los ritos propios del fin e inicio de un nuevo gobierno: el cambio de la banda presidencial ante el Congreso de la Unión, su discurso en Palacio Nacional y después la salutación ante el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. La cobertura de estos actos fue extensa y la mayoría de los medios se dedicaron a reportar al respecto. Desde temprano, en la radio y la televisión se instalaron mesas de análisis sobre el tema y en los medios digitales se podían encontrar notas previas. La producción de la televisión fue impecable. La transmisión se pudo ver en Televisa y TV Azteca, en Milenio TV y CNN en español, en el Canal del Congreso y en Once TV, tan solo por citar algunas. Los discursos de los legisladores se transmitieron en vivo y sin cortes, las alocuciones de Peña Nieto en el Palacio Nacional y en Campo Marte se transmitieron íntegras. Se dieron detalles de los asistentes, de Margarita Zavala y Angélica Rivera sentadas codo a codo en el Congreso, de Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego y Emilio Azcárraga Jean con una sonrisa burlona y siniestra en Palacio Nacional, o las caras y nombres de todos los Generales que le hicieron los honores a Peña Nieto. En prensa, radio y televisión hubo distintos tipos de crónicas y análisis sobre lo que iba ocurriendo.

En general, y particularmente en televisión, las protestas en contra de la llegada de Peña Nieto al poder, se redujeron a menciones y algunas fugaces fotografías o tomas a las pancartas de legisladores que mostraron su repudio al nuevo presidente, de las marchas y demostraciones que ocurrieron en todo el país, o algún tipo de análisis crítico sobre el momento. Era recurrente que los comentaristas y locutores se congratularan del momento y señalaban algo así como “sí hay protestas, pero afortunadamente nada como en 2006”. Por otra parte, el reporte de las protestas estuvo centrado en los actos vandálicos o violentos de algunos de los manifestantes. En las imágenes o clips de video se podía ver al bloque negro (integrado por personajes encapuchados y vestidos de negro), que prendían fuego con aerosoles, que apedreaban establecimientos o que aventaban botellas a los policías. Los reportes en la prensa hablan de manifestaciones violentas y del número de detenidos durante los “operativos”.

A partir de esta construcción informativa es como la mayor parte de los mexicanos pueden saber qué fue lo que pasó el 1 de diciembre. Como se puede observar, la diferencia en los tratamientos informativos es clara. El rito oficial mereció una cobertura completa, en la que se reprodujeron detalles sobre el discurso y comportamiento de los distintos actores. Las manifestaciones sociales del primero de diciembre se reportaron con prisa, con la parquedad de notas informativas, con una perspectiva que generalizó y por el contrario dejó a un lado los detalles. En el caso de las protestas de Guadalajara, muchos de los detalles los conocemos por las grabaciones (audio y video) y fotografías de ciudadanos que por ahí circulaban o por los mismos manifestantes. El trabajo de los ciudadanos en blogs y redes sociales es interesante y ayuda a documentar lo que ocurrió en estas marchas, sin embargo, no es suficiente, pues no son periodistas, no conocen el oficio y no tienen una plataforma masiva para la difusión de sus mensajes.

Al día de hoy, lunes 3 de diciembre, podemos hacer un análisis exhaustivo de los actos que encabezó Peña Nieto, podemos revisar con lupa sus discursos y hacer elucubraciones sobre la presencia o ausencia de tal o cual personalidad. No podemos hacer lo mismo con lo que pasó en las manifestaciones. La cobertura de los medios de comunicación ha borrado la plasticidad de estas manifestaciones, sus características particulares o sus contradicciones. Por el contrario, la imagen que se forma de ellos a través del periodismo oficialista o militante, es el de una plasta homogénea, belicosa o emancipadora, material perfecto para la crítica o defensa poco documentada sobre el caso.

El problema con todo esto, es que al final de cuentas, la percepción que queda en muchos sectores de la opinión pública nacional e internacional, es que México vive un buen momento político. Quien vio el cambio de poderes por televisión, tendrá en su cabeza el cuidado y perfecto discurso peñanietista y la “barbarie” ocasionada por “unos cuantos revoltosos”. No obstante, que un Presidente tome protesta con un fuerte dispositivo de seguridad, en actos donde la clase política la rinde pleitesía y sin ningún tipo de contacto con los ciudadanos, no habla de tranquilidad, mucho menos de normalidad democrática.

Esta forma de comunicar el trabajo de la estructura política y de diluir el malestar ciudadano expresado en manifestaciones sociales, es un efecto perverso de un sistema mediático que no vive su mejores momentos. Hoy más que nunca, necesitamos el trabajo de periodistas profesionales que nos informen sobre los políticos, pero también de los ciudadanos. Las redes sociales y blogs sirven, pero no son suficientes. En Guadalajara esperamos información de calidad sobre lo que pasó el sábado 1 de diciembre por la tarde, en las afueras de la Expo.

Quienes lean las protestas y movimientos sociales desde el trabajo de la mayoría de los medios de comunicación tendrán una versión corta y sesgada del tema (ver también: «La televisión mexicana borra a los movimientos sociales» de Juan Larrosa-Fuentes, El fantasma del 28 de mayo de Rubén Martín)

Este artículo fue publicado el 3 de diciembre de 2012 como parte de la columna de opinión “Sistema Autorreferencial” del programa “Señales de Humo”, que se transmite por Radio Universidad de Guadalajara.

3 comentarios

Archivado bajo Criminalización de la protesta social, Derecho a la información, Libertad de expresión, Movimiento #YoSoy132, Movimientos sociales y comunicación, Sistema de comunicación de Guadalajara, Sistema de comunicación política en México

3 Respuestas a “De las dificultades que encarna leer a los movimientos sociales desde los medios de comunicación

  1. Pingback: La televisión mexicana borra a los movimientos sociales | Sistema Autorreferencial

  2. Bernardo Masini

    Convendría volver a ver No man’s land en esta coyuntura. Va «manquesea» la ficha de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/No_Man%27s_Land_%28pel%C3%ADcula%29

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